Entre el espacio y el tiempo.

El tiempo aún no es lo suficientemente bastardo como para ahorcar las inspiraciones del momento.


Dentro de mis sueños muchas decepciones me encuentro, entre ellas está la llamada de alerta que mi cerebro maquiavélico impone.


Ah, sí tan sólo las estrellas pudieran atiborrar el hueco que en mis solitarias pupilas aparecen.


Simplemente actúo entorno a mis intereses.


¿Y quién no lo ha hecho, o lo hará próximamente?


Las formas de mi cara tomaron muchos colores, también.


Aún si una dulce sonrisa se esboza, la crudeza de la bestia penetra por el iris marrón aterciopelado.


Me he puesto a olfatear un té helado del que me volví adicta.


Mis pensamientos caen como pétalos en negación a su color marchito.


Los deseos se van distorsionando con las ideas, que en contra de su voluntad, se plasmaron en el cristal de los sentimientos.


Sin ser capaz de evitarlo, las emociones evolucionan por sí mismas.


Ah, quiero estrechar el frágil cuerpo de la verdad en mis brazos.


Envenené el desengaño con dulces escepticismos, cubiertos de miel y canela.


Mi lengua es demasiado torpe como para expresar las palabras correctas.


Hay una batalla secreta entre el miedo y la necesidad. No hay ganador en una pelea que carece de motivaciones, y no se define un perdedor porque el resultado se advertía incierto.


Mis anhelos se desbocaron en un suspiro.


Las arenas del tiempo se escurrieron por mis manos sin silbar su última despedida.


Fue eterno el instante en el que los eslabones de la peripecia se rompieron.